jueves, 31 de enero de 2008

CREANDO RELACIONES SALUDABLES


CREANDO RELACIONES MÁS

SALUDABLES

Greg Barrette

UNITY SAN JUAN

2007

CREANDO RELACIONES MÁS SALUDABLES

Greg Barrette

E

STA CINTA trata de cómo reclamar tu vida, dentro de las relaciones interperso-nales. Cómo apartarte de patrones enfermizos o anormales, donde pierdes tu propia identidad; patrones que se manifiestan cuando te encuentras primordial-mente en las necesidades y el comportamiento de otros, sacrificando tu propia vida y tu bienestar emocional.

En mi viaje personal de sanación y recuperación, he tenido que reconstruir mi sentido de quién soy, para poder reestablecer contacto con la integridad de mi identi-dad, mediante el despeje de mis creencias falsas, la mayor de las cuales aprendí du-rante mi niñez. Estas creencias falsas impedían e interrumpían el fluir de la Fuente de mi Ser, mi Poder Supremo.

Imagina por un momento que eres un árbol; que ese árbol representa tu ser. Un árbol tiene hojas, tiene un tronco y hay tierra debajo de él. Ahora, esa tierra, o ese sue-lo debajo de tu ser, es como la fuente de tu ser, de donde el alma recibe sus nutrientes, es tu Poder Supremo: Dios...

El tronco de tu árbol es el conocimiento que tienes de ti mismo; y las ramas y las hojas, representan las diferentes expresiones de tu identidad personal: cómo te expre-sas a través de tu trabajo, de tus pasatiempos, cuando juegas, por medio de lo que te gusta y lo que no te gusta.

Pero, si el tronco de tu árbol ha sufrido daño, de la misma manera que un árbol sufriría, si le cayera un rayo. Entonces los nutrientes del suelo de tu Ser, de tu Poder Supremo, no pueden pasar y llegar a ti, porque han sido interrumpidos al tratar de lle-gar a las diferentes expresiones de tu ser, representadas aquí por las ramas y las hojas.

Cuando el sentido de quién eres se ha perdido o ha sido dañado, nuestras relacio-nes, se tornan enfermizas o anormales. Hoy día, el término que se utiliza para describir una relación anormal es el de “disfuncional”, esto sencillamente quiere decir, que algo ya no trabaja. Otro término de moda es “co-dependiente”, el cual simplemente define a una dependencia como enfermiza o anormal. Esto suele incluir el sentirse controlado por otros, al igual que tratar de controlar a otros, utilizando métodos inapropiados.

El ser codependiente, también puede incluir el exhibir un comportamiento obse-sivo o compulsivo y tener dificultad al establecer límites en las relaciones interperso-nales.

De una manera u otra, estos problemas con patrones de relaciones enfermizas, son parte de la condición humana de toda persona. A estos problemas se les ha califi-cado correctamente como “enfermedades”, ya que los mismos pueden crear una expe-riencia tal, que nos hacen que perdamos la paz interior.

Pero hasta cierto grado todos tenemos dificultad estableciendo límites o términos con nuestro sentido del ser, en lo que se refiere a nuestro trabajo o a nuestras relaciones con parientes o relaciones amorosas.

Muchos de nosotros trabajamos para corporaciones o instituciones donde a veces resulta difícil mantener nuestro sentido de identidad intacto, porque primordialmente nos concentramos en las necesidades de nuestro medio ambiente, sacrificando nuestro propio ser.

Quizás seamos miembros de grupos donde éste sea el caso, o tal vez, tengamos problemas relacionándonos con compañeros de trabajo, supervisores o empleados. Puede que con un pariente, con nuestra esposa o esposo, o con amigos; y quizás ten-gamos problemas hasta con un extraño, problemas que se relacionan con la code-pendencia. Si piensas que esto no es verdad, solo espera hasta la próxima vez que al-guien se te atraviese en la carretera. Me he dado cuenta que le presto más atención al comportamiento de esas personas, que a mi propio comportamiento.

Los patrones de relaciones enfermizas, nos llevan a entregar nuestro poder o au-toridad y a estar a merced de otras personas, o de la corporación, o de condiciones en la vida. No nos podemos ocupar de nuestras propias necesidades, porque estamos su-mamente ocupados concentrándonos en las necesidades de otras personas y tarde o temprano ni sabemos cuáles son nuestras necesidades. Finalmente llegamos a un punto en el cual nos olvidamos de que tenemos necesidades y que hasta tenemos derecho a tener esas necesidades.

Tratamos de ayudar a otras personas o a la compañía; tratamos de arreglar y arre-glar, de hacer y hacer; como si esa otra persona u organización fuera un objeto que ne-cesita ser reparado, que si tuviera un poco más de pintura o quizás un poco de trabajo de carpintería, quedaría como nuevo.

Con frecuencia tratamos de salvar a otras personas, permitiendo sus comporta-mientos, de manera que ellos nunca experimentan las consecuencias lógicas de su con-ducta. Nos examinamos a nosotros mismos y cambiamos para ayudar a la otra persona a sentirse cómoda; hasta saltamos cuando otra persona nos dice que saltemos, o peor aún, saltamos antes de que la persona tenga la oportunidad de decirnos que saltemos.

A veces toleramos en otras personas comportamientos que no toleraríamos en no-sotros mismos, particularmente cuando el amor se convierte en una adicción; o cuando la organización, la corporación, el grupo o el sistema de creencias, importa más que nosotros mismos.

Esta cinta trata de cómo llegar a ser saludables, y el ser saludable es un trabajo de toda la vida. No se trata de una solución mágica, donde rodeamos a una persona de luz blanca y cinco minutos más tarde, nuestra vida ha cambiado por completo. Es un viaje continuo, en el cual ensartamos cada uno de nuestros días uniéndolos como perlas de gran valor; y en este proceso, necesitamos echar un vistazo, tanto a nuestras nece-sidades de crecimiento espiritual, como a nuestras necesidades de recuperación. El cre-cimiento espiritual no reemplaza a la recuperación, trabaja como un ayudante o auxi-liar. La relación entre el crecimiento espiritual y la recuperación, es una relación sim-biótica. Una relación poderosa y positiva donde se fortalecen el uno a la otra y cada uno por sí mismo, no es suficientemente fuerte.

Anhuel Anchielf, dijo en una entrevista: “–Pienso que mucho de este asunto de las transformaciones, mucho de lo que yo llamo, inventos de la nueva era, trata de al-canzar una solución espiritual rápida, sin lograr primero una recuperación”. Pero se-gún dijo una colega mía: “–La transformación espiritual no es posible, sin la recupe-ración”. Yo también pienso que la recuperación no es posible sin la transformación es-piritual. Ella agrega que los grupos del “Programa de los doce pasos”, tienen los mejo-res métodos que ella ha visto para lograr la recuperación, pero que de ninguna manera, es la única forma de alcanzar la recuperación. Dice ella: “–Tenemos aquí un proceso doble, recuperación y transformación espiritual; si se trata de hacer una sin la otra, no funciona”.

Examina tu vida ahora mismo, para ver dónde aprendiste los patrones que te lle-varon a perder tu individualidad en una relación. ¿De dónde provienen? ¿Provienen de lo que hoy en día se le llama niñez disfuncional? Pero una niñez disfuncional, es algo con lo que algunas personas se obsesionan durante su recuperación. De la misma ma-nera que nos podemos tornar obsesivos con lo que se refiere a nuestra relación con la corporación o con otra persona, también nos podemos llegar a obsesionar con relación a nuestro pasado. Una vez dije a una persona: “–Esta bien que mires el pasado, pero no fijes la vista en él”. No obstante, debemos mirar nuestros pasados para aprender de dónde vinieron esos patrones, para descubrir las decisiones falsas y antiguas que he-mos tomado en el pasado y para crear nuevas decisiones que nos lleven a la curación.

Muchos terapeutas dicen que un hogar es disfuncional, cuando en dicho hogar, no se habla la verdad. No es tanto la severidad de los problemas en el hogar, lo que causa el desajuste, ni siquiera es tanto el problema en sí o la clase de problema. Indudablemente en un hogar podría haber lo que llamamos un problema serio; y en otra casa un problema no tan serio.

Pero lo principal es el grado de encubrimiento o el que no se discuta la verdad acerca de los problemas de la familia. El decir la verdad es la llave para la curación; y no decir la verdad es la llave hacia los patrones donde se pierde la identidad.

Lo que sucede es que cuando en una familia, donde no se permite hablar la ver-dad, los niños crecen en un ambiente donde aprenden a no confiar en sus propias seña-les internas; aprenden a no confiar en lo que ven. De hecho ellos dicen: “–Veo cierto problema...”, las personas quizás los ataquen, o no están de acuerdo con su realidad. Con el tiempo ellos pierden la habilidad de protegerse de una forma sana, percibiendo los peligros y problemas. Así, que reemplazan el mecanismo natural de tener senti-mientos de protección y percepción, con el deseo de controlar a otros, tratando de con-trolar la realidad en una forma no saludable. Con frecuencia, se utiliza la manipula-ción. Se dicen a sí mismos: “–Una vez que descubra cómo controlarme a mí mismo y a los demás, podré controlar la situación y el dolor cesará”.

Como dije hace unos minutos, un hogar que no es saludable, es un lugar donde no se discute la verdad acerca de los problemas que existen en dicha casa. Quizás se hablen de otros problemas, los cuales se pueden discutir en un hogar como éste, se ha-bla de todo, pero no del problema verdadero.

¿Cuáles son estos problemas mayores? Adicciones y comportamientos compulsi-vos, la ira y las discusiones continuas, problemas con el comportamiento sexual, rigi-dez religiosa inadecuada, celos de los padres hacia los hijos, o dos padres compitiendo entre sí para controlar el sistema de valores de sus hijos.

Una de las formas en que esto crea problemas con el establecimiento de límites y términos, es más o menos así: Cuando ayudamos y damos apoyo emocional a otros, es natural que nos sintamos ayudados y sustentados nosotros mismos, porque de acuerdo a la ley, según damos, habremos de recibir. Pero en una persona que tiene dificultades estableciendo límites, esto puede salirse de control. Cuando nuestra necesidad de ser sustentados emocionalmente, debido a una niñez enfermiza, es tan grande que el dar y recibir, que es parte normal de una relación saludable, no es suficiente para llenar el vacío, entonces debemos trabajar en esas áreas. Podemos hacerlo con nuestro compa-ñero o compañera, o profesionalmente.

Muchos de nosotros nos hemos dedicado a las llamadas profesiones de ayuda. A pesar de que hayamos tenido motivos nobles para ingresar en estas profesiones, mu-chos de nosotros fuimos principalmente motivados por un deseo de llenar un vacío dentro de nuestro ser; un sentido de identidad que se había roto.

Los niños que al crecer no tuvieron el calor, apoyo y sostén emocional de su fa-milia, no se sienten merecedores de dicho apoyo. Con frecuencia y para empeorar las cosas, piensan que la única forma de recibir ese apoyo es ayudando y rescatando a las personas cercanas a él.

Entonces, ¿qué hacemos al respecto? ¿Por qué no cambiamos? ¿Por qué no abri-mos los ojos, observamos lo que estamos haciendo, lo dejamos de hacer y hacemos otra cosa? Porque a veces, no podemos ver lo que estamos haciendo.

Nuestros ojos interiores se atrofiaron durante nuestra niñez, por falta de uso, de-bido a no soler confiar en nosotros mismos y nuestras percepciones; y aún cuando lle-gamos a ver esos patrones, éstos se encuentran profundamente arraigados en nosotros.

Probablemente recuerdan lo que sucedía cuando un disco se atascaba en una ra-nura y continuaba tocando lo mismo una y otra vez. Había que limpiar el disco o reem-plazarlo. Y lo que tenemos que hacer para sanar nuestros patrones de conducta en las relaciones, es limpiar las creencias y premisas erróneas que son la causa de nuestro comportamiento. Tenemos que reemplazar los patrones negativos que residen en nues-tras mentes subconscientes. Para poder lograrlo, necesitamos ayuda, ya que con fre-cuencia, estos patrones se encuentran profundamente arraigados y no es algo que uno pueda hacer por sí mismo. Como adultos nos dejamos llevar por esos patrones, por es-tos surcos, por estos patrones atascados, sin estar conscientes de ello.

¿Por qué permanecemos dentro de las relaciones enfermizas con grupos, corpora-ciones o individuos? Comúnmente es por algo que se llama el “miedo al abandono”.

Ahora, ¿de dónde proviene ese miedo al abandono o al desamparo? No es algo que al comienzo necesariamente fuera malo o incorrecto.

Los antropólogos nos dicen que durante los tiempos prehistóricos, si una persona era abandonada por su grupo social, probablemente moría. Así que quizás es algo inna-to, algo en nuestra consciencia instintiva, algo inconsciente. Esto sale a relucir en niños que no son amados, aún cuando el padre o la madre está presente. Para muchos de no-sotros el estar en una relación enfermiza con una persona o una organización, no im-porta las consecuencias, es algo que nos defiende contra el terror de estar solo y el mie-do al abandono. Solamente cuando nos damos cuenta y reconocemos que hay cosas peores que el estar solo o ser abandonado, tenemos la oportunidad de sanar, porque la curación significa correr el riesgo de perder la relación en la cual estamos involu-crados.

Ahora, quiero hablar de un principio importante en la sanación de patrones de conducta en las relaciones. Una vez que comencemos este proceso de curación, no de-bemos decidir de inmediato lo que vamos a hacer, acerca de una relación anormal. En su lugar, debemos trabajar con nosotros mismos, a menos que estemos en una situa-ción donde hay el peligro de abuso hacia nosotros o nuestros hijos. Debemos trabajar con nosotros mismos primero y luego permitir que la relación siga su curso. El prin-cipio es, que si tú te sanas, la relación cambiará por sí misma, o se mejora o desapa-rece, dependiendo de lo que resulta ser la mejor solución en ese momento.

Hace muchos años, poco después que comencé a trabajar con mi problema de fal-ta de identidad, me encontraba en una relación amorosa y había llegado a darme cuenta de que era una relación enfermiza. Durante una meditación vino a mi mente una afir-mación, la cual comencé a decirme a mí mismo: “Si la relación es saludable, que crez-ca. Si no... ¡qué desparezca!”. No era saludable, así que, desapareció.

Luego de eso, comencé a darme cuenta, que podía identificar ciertos patrones cuando comenzaban a surgir, antes de iniciar una relación enfermiza.

¿Qué es una relación saludable? Tomando todo en consideración, una relación saludable es mitad y mitad, o cincuenta y cincuenta. Quizás no en todas las áreas, pero si la evaluamos en su totalidad es mitad y mitad.

Sin embargo, las relaciones enfermizas son desiguales. En una relación enfermiza ayudamos, ayudamos y ayudamos; damos, damos y damos; y a cambio, no recibimos nada o recibimos muy poco.

Para que una relación sea saludable, la energía debe fluir en ambas direcciones. En una relación enfermiza, experimentamos aquello a lo que defino como “el agujero negro de una relación”. Un “agujero negro” es una estrella que estalla internamente y se torna tan densa que toda la energía y todo lo que se acerca a esta estrella, es sucio-nado por el “agujero negro” y desaparece para siempre. Muchas de nuestras relaciones, ya sean con organizaciones, corporaciones o personas, son así. Damos y damos, re-solvemos y solucionamos, es como un abismo sin fondo, que no se puede llenar. De hecho, llegamos a darnos cuenta de que mientras más energía ponemos en una relación enfermiza, más empeoran las cosas. ¿Qué debemos hacer en una situación como ésa? ¿Cómo podemos ir más allá de estos patrones enfermizos?

Bueno, en nuestra relación más importante, con nuestra compañera o compañero, esposo o esposa, o un ser querido, quizás tengamos que pensar en otra cosa. Quizás tengamos que tomar en cuenta los químicos que suelta el cerebro, como producto de la tensión que existe en la relación. El amor se puede convertir en una adicción, porque el cuerpo produce químicos muy poderosos, llamados endorfinas, cuando reacciona a la tensión. Las endorfinas son calmantes u opiatos naturales que suelta el cerebro, no so-lamente bajo tensión, sino también cuando responde en experiencias de alegría y gozo, y hasta en experiencias religiosas, pero con frecuencia como una respuesta a la tensión. Entonces, la relación se vuelve una adicción poderosa, debido a que las personas se meten en situaciones que causan ansiedad basada en pánico, haciendo que el cerebro produzca estos poderosos químicos.

Una vez leía una tirilla cómica, titulada “Personales”, la cual era parte de una re-vista y en la misma tenían a un hombre y una mujer sonrientes y bailando juntos. El hombre le decía: “–Yo soy realmente encantador y obviamente mala compañía. Yo no podría mantener una relación saludable aunque quisiera, y dicho sea de paso, yo no quiero. Tú pareces ser el tipo de mujer a quién le encantan los hombres como yo, de gran manera. Así que ¿qué te parece si empezamos una relación romántica miserable que terminará amargamente?”.

Mientras dice eso, él está sonriendo y ella también le sonríe. Mientras baila con él, al mismo tiempo le contesta: “–Guau... eres mi tipo. Un regañito de vez en cuando es todo lo que necesitas para convertirte en el hombre perfecto que pretendo que eres. Invertiré mucho tiempo y toda mi energía emocional en esta relación hasta el día en que aún yo, admita que eres quién dijiste que eras”.

Si encontramos que estamos en una relación como ésta, con un ser querido, es posible que seamos adictos a los químicos del cerebro que produce ansiedad, en una relación de odio y amor al mismo tiempo.

Cuando somos adictos a este tipo de relaciones agitadas, o llenas de tensión, con compañías o con otras personas, ¿qué pensamos acerca de las personas estables y de las relaciones saludables? que son simplemente aburridas. Las vemos aburridas, opa-cas, como sin vida, no son emocionantes, les falta sabor y color, nos parecen tontas y débiles. Debido a que no ocasionan que el cerebro emita los químicos del pánico, típi-cos en una relación enfermiza, nos hastiamos de este tipo de relación. Es como cuando a una persona que está acostumbrada a una dieta basada en pimientos jalapeños, se le ofrece una buena y nutritiva ensalada, sencillamente, no sabe igual.

La persona que tiene dificultad estableciendo límites o términos en sus relacio-nes, utiliza dos tipos de armas para protegerse, éstas son: la negación y el control. Nos defendemos a nosotros mismos con la negación, mis patrones de negación eran increí-bles. Tuve que darme cuenta de que mis mecanismos de negación eran tan poderosos y tan disimulados, que no podía ver más allá de mi nariz.

Ahora ¿qué es la negación? La negación es cuando evitamos la información que no queremos enfrentar. Y negamos de dos maneras: primero, tendemos a negar aque-llas cosas que suceden en nuestro mundo exterior; luego, negamos aquellos sentimien-tos que estamos sintiendo dentro de nosotros. Negamos al no reconocer lo que está su-cediendo exterior e interiormente. Decimos: “–Ella está ocupada en el trabajo”; cuan-do lo que queremos decir es que: “–Ella anda por ahí, teniendo aventuras amorosas”. Decimos que nos sentimos muy bien, cuando en realidad nos sentimos encolerizados o irritados.

Ahora, ¿qué es el control? Si debido a la negación, no podemos admitir nuestros sentimientos y nuestras realidades, entonces, solamente hay una forma de vivir nues-tras vidas y esa forma es controlando toda persona y todo aquello a nuestro alrededor. Y para la mayoría de nosotros, esto no se manifiesta en una forma oscura o engañosa, se manifiesta a través de ayudar a las personas. La ayuda es un control que está so-cialmente aceptado. A la ayuda se le ha llamado el lado bueno del control.

La negación y el control, son dos armas que trabajan juntas para mantenernos atrapados dentro de nuestros patrones de relaciones enfermizas. Nos manipulamos a nosotros mismos, mediante la negación; y manipulamos a los demás, a través del con-trol.

Una relación enfermiza, necesita dos partícipes en su baile. Uno es el “sal-vador”, el salvador dice: “–Tú me necesitas, estoy aquí por si me necesitas”. El se-gundo es el “salvado” o “rescatado”. Y el salvado dice: “–¿Te encargarías de mí y de resolver mis problemas?”.

Los salvadores o rescatadores proceden de una necesidad irresistible de practicar ese tipo de control. Por lo tanto, establecen relaciones con gentes, organizaciones y corporaciones que hacen propicio este tipo de comportamiento, usualmente siendo irresponsable en por lo menos un área significativa de la vida y por lo tanto requiriendo control, sustento y ayuda.

Con frecuencia queremos que esa persona o esa corporación cambie hacia algo o alguien mejor; y cuando no lo logramos, volvemos a tratar cada vez con más esfuerzo y llegamos a buscar más y más soluciones mágicas, como el obsesionarnos con la reli-gión en una forma enfermiza.

Yo soy ministro; sin embargo, pienso que es sumamente importante traer a consi-deración la “religión disfuncional”, lo cual incluye cualquier sistema de creencias reli-giosas que te diga que puedes utilizar la religión para controlar a las personas alrededor de ti, cualquier sistema de creencias religiosas que dice, que si yo controlo y cambio mi forma de pensar, entonces tú cambiarás tu comportamiento.

Este sistema de creencias religiosas existe por algo que se parece un poco, pero que es realmente muy diferente, y ese algo, es la oración.

Realmente, la oración ayuda a las personas, pero solamente en la medida que ellos desean ser ayudados. Así que si oras por otras personas, ellos pueden utilizar las bendiciones de la energía de tu oración para ayudarles a hacer los cambios internos que ellos han escogido para ellos mismos. Pero tú no los puedes forzar a hacer esos cam-bios en contra de su voluntad. El cambio es un trabajo interior.

La obsesión es también un sistema de creencias mágico para el control; y sirve varios propósitos en nuestras vidas. Nos da la ilusión del logro y movimiento. Quiero decir: “–El estar obsesionado contigo, me hace sentir que estoy haciendo algo acerca del problema en nuestra relación. Me permite echarte a ti toda la culpa de mis pro-blemas y así yo no tengo que resolver, en forma creativa, mis propios problemas; y no tengo que crear mi propia vida ni ser responsable, ya que tengo un ‘chivo expiatorio’, la persona con la cual estoy obsesionado, tú”.

La obsesión nos mantiene en la negación. Debido a que el cien por ciento de mis pensamientos están enfocados en otra persona, hay menos probabilidades de que me de cuenta de mis propios sentimientos y nunca tendré que enfrentar lo que está sucedien-do a mi alrededor. Puedo dedicar todo mi tiempo a ayudar a esa otra persona, fiscali-zando a la otra persona, pensando en la otra persona, discutiendo con la otra persona o resolviéndole sus problemas. De esa forma no tengo que enfrentar mi propia vida y tengo una excusa ya preparada para no buscar satisfacción en mi propia vida. Entonces puedo decir: “–Mi vida funcionaría si esta persona cambiara”. Bueno, en realidad, las cosas no funcionan de esa manera.

Ahora, ¿cuál es el antídoto para los patrones enfermizos y anormales en una rela-ción? ¿Y para las cosas que le acompañan, tales como la tristeza, el control y la nega-ción, la obsesión y la falta de felicidad?

La contestación la encontramos al rendirnos y aceptar. Y al rendirnos, compren-demos que sólo tenemos poder sobre nuestras vidas cuando aceptamos que no tenemos poder alguno sobre la situación, cuando admitimos que la situación es exactamente lo que es y que es tan mala como parece.

Una vez escuché a la doctora Su Shiking, quien a sido ministro de Unity en la costa oeste de los Estados Unidos durante muchos años, cuando dijo: “–Si, ‘La verdad os hará libres’, pero primero, la verdad, os estremecerá”.

El rendirnos requiere que nos permitamos sentir exactamente tan infelices como somos y permitir que ese sentir nos lleve a lo más bajo; es decir, al fondo, motiván-donos a llevar a cabo los cambios en nuestras vidas y en nosotros mismos.

La aceptación no es tolerancia del abuso; es reconocer que esa persona es quién es, y que la situación es lo que es. La aceptación es decir la verdad. Recuerda que qui-zás hemos desarrollado estos patrones en nuestras vidas, porque en nuestra casa no se decía la verdad cuando éramos niños, y el antídoto de la codependencia, es decir la verdad y eso es aceptación.

La aceptación significa admitir que las cosas son como son y que nuestro com-portamiento y nuestros sentimientos están fuera de control y que se han tornado obse-sivos. Es posible que esa persona o esa corporación, tenga los problemas que estamos describiendo aquí, pero nosotros no podemos controlarlos. Sólo hay una persona a la que podemos cambiar, y esa persona es nosotros mismos.

Es nuestra responsabilidad ayudarnos. Tenemos que admitir que no podemos ha-cer nada en cuanto a la situación y buscar ayuda. Con frecuencia parece mucho más fá-cil continuar haciendo lo que hemos hecho hasta el momento. Pero, si estamos dis-puestos a admitir que hemos llegado a lo más bajo y que nuestro deseo de recuperación es mayor que el deseo de continuar siendo miserables, entonces la recuperación es la solución.

Ahora, no piensen que la recuperación va a ser algo fácil y cómoda, especial-mente al principio. ¿Alguna ve te has sentado con las piernas cruzadas de tal manera que se te duerme un pie? ¿Qué sucede cuando descruzas las piernas y el pie comienza a despertar? Toda esa sensación reprimida en el pie comienza a cobrar vida y es una sensación bien rara, se siente sumamente incómodo.

De igual manera, cuando comienzas a recuperar tu salud, notas que los nervios que siempre estuvieron allí, comienzan a cobrar vida. Tus creencias erróneas, tus sen-timientos agitados, tu falta de comodidad, esas cosas siempre estuvieron ahí. Pero tú no las sentías, porque al igual que el pie en el ejemplo, estabas dormido. Estos senti-mientos se han de resolver a medida que tomes decisiones nuevas en tu vida; al des-cubrir las creencias erróneas que han creado estos sentimientos.

Stephany Abot escribió y cito: “–Tú puedes tomar una decisión y vivir con el do-lor que la decisión produzca, hasta que el dolor se acabe, en lugar de permanecer en ese dolor por toda una vida”. Una vez que admitimos que no tenemos poder sobre el comportamiento de otros, nos desconectamos, lo que quiere decir que dejamos de tra-tar de hacer que la otra persona cambie.

Un ministro amigo mío me enseñó una afirmación, la cual me permitió despren-derme del deseo de controlar a los demás, y me ayudó a darme cuenta de que en cada persona mora su propio Poder Supremo: “Yo te suelto y te entrego al cuidado y guía del Dios de tu ser. Y yo me en-trego al cuidado y guía del Dios de mi ser”. Eso me permitió separarme de la situación y reconocer que cada persona tiene su propio Poder Supremo.

El desconectarme significa que tenemos que dejar de alabar y hasta dejar de es-timular a las otras personas. Porque nosotros utilizamos esa conducta para manipular a otros, para que hagan o no hagan, lo que queremos o no queremos que hagan. Eso quiere decir que tenemos que dejar de vigilar y hasta de dejar de ayudar, si esa ayuda no es otra cosa que una manipulación ineficaz.

Si estás obsesionado con cambiar a otra persona, es porque no has reconocido que solamente puedes cambiarte a ti mismo. Esa otra persona tiene su propio Poder Supremo. Además, nadie jamás va a cambiar en tu vida como respuesta a tu presión..

¿Cuál es la alternativa? Desconectarte, despegarte, desamarrarte. La mayoría de las veces, no digas nada, no discutas, márchate en ese momento. Haz otra cosa, des-conéctate. No expliques. No grites.

Tenemos que enfrentar a tres cosas durante nuestro proceso de curación. La pri-mera, son nuestros temores. La segunda, es el sentido de culpabilidad. Y la tercera, es el aburrimiento. Temor, culpa y aburrimiento.

Primero que nada, debemos enfrentar nuestros temores. Esto es cuando nos pre-guntamos:

–¿Qué sucedería si...?

–¿Qué sucedería si él o ella me abandona?– Pues, te abandona.

–¿Qué sucede si él o ella se molesta?– Pues, se molesta.

–¿Y si se hace daño a sí misma o a sí mismo?– Pues, se hace daño.

La respuesta, es poner a la otra persona al cuidado y guía de su propio Poder Su-premo. Esto quiere decir, que nos tenemos que bajar del pedestal de pequeños dioses, donde pensamos que estamos controlando a los demás y que nosotros somos el Poder Supremo de esa persona. Lo que me sucedió a mí fue que cuando finalmente dejé de ayudar y comencé a desconectarme y a desenredarme, ella mejoró y yo no podía recla-mar el crédito por dicha mejoría, y me hizo sentir frustrado.

La forma antigua, con la que antes solíamos lidiar con nuestro temor, era tratando de cambiar a la otra persona, es decir, controlarla. El nuevo método es trabajar en no-sotros mismos y enfrentarnos con nuestros temores. Al principio quizás nos sintamos totalmente fuera de control, porque el enfrentar a esos temores, los cuales hemos es-condido durante tanto tiempo, controlando el comportamiento de los demás, resulta algo nuevo para nosotros. Pero, si experimentamos una sensación de pánico, entonces ese es el momento de acudir a un grupo de apoyo o llamar a un amigo de confianza, de tal manera que recibamos la ayuda al lidiar con dichos sentimientos.

Lo segundo que tenemos que enfrentar, es nuestra culpa o sentido de culpabili-dad. Quizás se nos ha acusado de no ser buenas personas o de no tener sentimientos o compasión; después de todo, nuestro trabajo hasta ahora, había sido el permitir el com-portamiento de otras personas y hacerles felices, y de pronto ya no estamos haciendo eso.

Lo que sucede con frecuencia, es que la otra persona está utilizando nuestra ener-gía para evitar el tener que considerar sus propios problemas. Y al pelear con nosotros, ellos evitan el tener que mirar a su interior y ocuparse de sus propios asuntos. No es necesario que caigamos en esa trampa. Además, es posible que tengamos problemas con otras relaciones y quizás éstas no son con la gente con quienes estamos teniendo la relación más difícil. Usualmente, estas personas no van a comprender qué estamos tra-tando de hacer y no es necesario que nos entiendan, no tenemos que defendernos, ni hacen falta muchas explicaciones. Quizás le prestemos un libro, si en realidad nos sen-timos bien al hacerlo. Pero debemos ser cautelosos, no podemos arreglar su problema tampoco.

El tercer asunto que quizás tengamos que enfrentar es el aburrimiento, y el abu-rrimiento siempre encubre la ansiedad. Quizás sucede que el cesar el drama en tu vida, incluyendo las peleas, el control y la obsesión, tu vida se torne un poco un tanto monó-tona y acentúa la ansiedad. El aburrimiento, siempre encubre la ansiedad. Si te sientes aburrido o aburrida, mira debajo de la superficie y siempre vas a encontrar ansiedad. Y debajo de esa ansiedad, vas a encontrar una de tres emociones: temor, tristeza o ira. A éstas, las llaman emociones negativas. Y las llamamos así no porque son malas, o por-que tú seas una persona mala, por el mero hecho de tenerlas. Es malo cuando perma-necemos atascados en ellas. Pero estas emociones nos pueden enseñar cosas muy po-derosas, si las utilizamos como nuestras aliadas y como nuestras amigas.

Cuando siento una emoción negativa poderosa, me pregunto: “–¿Qué es lo que está generando esta sensación? –¿A qué creencia falsa estoy apegado?”. Y, si me aquieto, siempre puedo averiguar la contestación. Puedo ponerme en contacto con esa creencia falsa que está originando ese temor, esa tristeza o esa ira. Y se me ocurre una nueva creencia que anulará la creencia falsa.

Una forma, en la cual puedes darte cuenta de tus sentimientos, si no estás acos-tumbrado o acostumbrada, a saber lo que verdaderamente esos sentimientos son, es preguntarte: “–Si yo supiera lo que yo estaba sintiendo, ¿cuál sería el sentimiento?”. Un noventa y cinco por ciento de las veces vas a acertar. Visualiza tu sentimiento, há-blale a tu sentimiento, dialoga con él.

Cuando descubro el sentimiento, entonces pregunto: “–¿Cuál es la creencia errónea que está originando ese sentimiento?

Creencias tales como: “–Yo no valgo nada si no estoy envuelto en una relación”, puede ser una creencia que cause tristeza.

La creencia de: “–Me muero si me quedo sola o solo”, puede ser la causa de un sentimiento de temor.

La creencia de: “–Esta persona me está destruyendo”, puede ser la causa de un sentimiento de ira o de coraje.

Simplemente, hago que la creencia salga a la superficie de mi consciencia, ema-nando del sentimiento en cuestión.

Luego pido creencias nuevas, que me provean calma y curación, tales como: “–Soy valioso, tal como soy”; o “–Puedo estar solo, y aún así, estar bien”; o “–Estoy di-vinamente protegido o protegida”.

Todas éstas pueden ser nuevas formas de pensar, que lleguen a contrarrestar las presunciones erróneas que mencioné anteriormente. Nuevamente permito que estas nuevas creencias salgan a la superficie naturalmente. Ahora, cuando hagamos esto, aunque sabemos que podemos hacerlo solos, quizás también podríamos considerar buscar apoyo de otras personas. Desafortunadamente, es posible, que seamos adictos a la autoayuda, que seamos de los que pasamos en las librerías buscando libros de auto-ayuda y ésta no es siempre la mejor forma de hacerlo. A veces conviene el buscar ayu-da, y aquí estoy hablando de ayuda profesional, con un terapeuta especializado en ca-sos de recuperación, especialmente si estamos lidiando con patrones de conducta pro-fundamente arraigados o difíciles de manejar.

Ahora, el ingrediente principal en cualquier sanación, es Dios, tal como entende-mos el término. Yo soy ministro, lo que significa que soy un profesional a quién se le paga para que hable acerca de Dios. Por lo tanto, probablemente, te asombres al escu-char, que a mi no me importa el nombre que alguien le dé a su Poder Supremo. Mi ac-titud es que mucho más importante que estés practicando tus principios espirituales. La práctica diaria de la espiritualidad, es vital para comunicarnos con nuestro Poder Su-premo, y hacer de ese Poder, una realidad.

Recuerdo una conversación con una mujer de setenta años, la cual había tenido éxito durante veinte años en su recuperación dentro del programa de alcohólicos anóni-mos y su Poder Supremo era visualizar a un anciano con barbas sentado en un trono. A ti, quizás esto, te horrorice, pero para ella, funcionaba.

Ahora, para ti, tu Poder supremo, quizás sea una figura devota, tal como Jesu-cristo; quizás sea amor o luz divina; o quizás escojas un ideal, tal como servicio u ho-nestidad. Puede ser un símbolo religioso tradicional. Puedes comenzar en un nivel de discernimiento espiritual acerca de tu Poder Supremo, y el mismo crecerá contigo. Si no estás seguro o segura de tener un Poder Supremo, ¿por qué no tratas, a ver qué su-cede? Compórtate como si tuvieras ese Poder Supremo.

Puede ser una forma práctica de vivir, aunque al comienzo no creas en lo está su-cediendo y vas a encontrar un gran alivio al tener algo o alguien a quien entregarle tus problemas, te darás cuenta que tu relación con ese Poder Supremo, te calma y for-talece. Vas a encontrar que coincidencias de mucho significado ocurren a tu alrededor. El psicólogo Carl Jung, se refería a esos momentos, como sincronía. Te darás cuenta que situaciones que no tenían esperanzas de resolverse, se resuelven de maneras que jamás pudiste imaginar. Encontrarás que la guía u orientación divina, llegará a ti, como un sentido o como una voz intuitiva. Te percatarás que la relación contigo mismo cam-biará. Y todo esto va a suceder cuando reconozcas que hay un Poder Supremo, de la manera como concibas a ese Poder Supremo.

En tu curación, encontrarás que tienes que ponerte en primer lugar, la mayoría de las veces. Claro está, hay momentos en la vida en los que tenemos que poner las nece-sidades de otra persona en primer lugar. Pero tiene que ser porque decidimos hacerlo así y no porque estamos respondiendo a una compulsión.

Una vez te des cuenta de que has cambiado tu actitud y tu posición en la relación con tus seres queridos, tu familia o tus amigos, encontrarás que esas personas se pue-den llegar a confundir o desconcertar. Esto puede crear cierta exasperación o animosi-dad hacia ti, ese es el momento cuando podrías necesitar la ayuda de un grupo de apo-yo.

Normalmente la ira o la falta de apoyo de parte de aquellos que están cerca de ti, no dura mucho. Pero algunas relaciones podrían disolverse, y esas personas salir de tu vida completamente. Si eso sucede, recuerda que algunas personas se ven más bonitas marchándose, que llegando. Y, sencillamente, debes soltarlos y dejarlos ir.

Tú probablemente vas a comenzar a aprender cuáles son tus necesidades, en cier-tas áreas de tu vida y eso es sumamente importante, porque al fin y al cabo, tú eres la persona responsable, de satisfacer tus propias necesidades. Lo interesante es que, cuan-do comiences a adquirir la habilidad de sustentarte emocional y espiritualmente, en-contrarás que atraes nuevas personas, personas que verdaderamente te pueden dar apo-yo. A medida que te conviertes en una persona más balanceada, atraerás personas más balanceadas. La salud atrae salud.

El propósito de esta cinta, no es únicamente inspiración. Estoy seguro que a mu-chos de nosotros ha traído varios asuntos a nuestras consciencias. Antes de concluir, vamos a tomar un momento para procesar los asuntos que hayan surgido y terminare-mos en una nota positiva, compartiendo un momento de meditación.

Les voy a pedir en este momento que respiren profundamente, que aguanten la respiración tanto como puedan hacerlo cómodamente y luego exhalen suavemente, ca-da uno a su tiempo. Repitan este proceso, respirando cada vez un poco más despacio, aguantando la respiración un poco más y exhalando también un poco más despacio.

Al inhalar, visualiza luz en el centro de cada célula de tu cuerpo, conectándose con todas las células, convirtiéndose en una hermosa red de luz que brilla más y más, rodeando y llenando cada célula de tu cuerpo y moviéndose hacia tus emociones y tu mente.

Al aguantar la respiración, observa cómo el esplendor de esa luz aumenta cada vez más. Con cada exhalación, suelta todo aquello a lo que ya no necesitas aferrarte. Permite que tu respiración regrese al ritmo natural y cómodo; y acompáñame en el si-lencio, afirmando estas verdades:

“Estas sensaciones agradables acerca de quién yo soy, provienen de lo más pro-fundo de mi ser.

“Mi atención mental, ahora se concentra en mis propias necesidades, en mi pro-pia recuperación.

“Dejo ir toda lucha en el mundo. Mi serenidad proviene de los más profundo de mi ser.

“Ahora me concentro en satisfacer mis propias necesidades.

“Mi autoestima proviene del valor de mi propio ser.

“Ahora desarrollo y tengo mis propios intereses, mis propios pasatiempos.

“Dedico mi tiempo cada vez más a expresar el ser que soy.

“Libero a toda persona en este mundo, para que sean lo ellos decidan ser.

“Cada vez estoy más consciente de lo que siento y cómo me siento.

“Cada vez estoy más consciente de lo que verdaderamente quiero.

“Satisfago mis necesidades, fácil y naturalmente.

“Los sueños que tengo para el futuro, son mis propios sueños; yo los creo y los manifiesto.

“Lo que yo hago y digo, es determinado por mi sentido interno de autoestima.

“Tengo dentro de mí, todo lo que necesito, para sentirme seguro al participar en todas mis relaciones.

“Estoy en contacto con mis propios valores y vivo y me expreso según esos va-lores.

“Aunque decida escuchar las opiniones de los demás, actúo basado en mis pro-pios valores internos y mis opiniones.

“La calidad de mi vida, depende cada vez menos de la calidad de vida de los de-más.

“La calidad de mi propia vida, surge de lo más profundo de mi ser.

“Al relacionarme con otras personas, mantengo un círculo social de amigos que me respaldan.

“Las sensaciones agradables acerca de quién soy, provienen de lo más profundo de mi ser.

“Ésta es la Verdad de mi Ser y yo estoy afianzado en esta Verdad”.

ASÍ ES...

AMÉN...

GRET BARRETTE es el autor del casete de Unity de mayor ven-ta “El Don de Curación/El Don de Dormir”. Él es ministro de Unity como así un notable conferenciante, escritor, director de se-minarios y músico. Barrette es actualmente ministro de Unity en Delray Beach, Florida. Participa activamente en la educación de la juventud y tiene conocimientos en la curación holística, medi-tación e investigación.***

UNITY SAN JUAN

Director: Jorge Pacheco Vivar

Urquiza 1045 Sur - V° del Carril - 5400 San Juan - Argentina

E-mail: unitysanjuan@yahoo.com.ar - Tel. 0264-4274783

miércoles, 23 de enero de 2008

POR CADA MUJER


Por cada mujer fuerte cansada de aparentar debilidad,
hay un hombre débil cansado de parecer fuerte.


Por cada mujer cansada de tener que actuar como una tonta,
hay un hombre agobiado por tener que aparentar saberlo todo.


Por cada mujer cansada de ser calificada como hembra emocional,
hay un hombre a quien se le ha negado el derecho de llorar y a
ser "delicado".


Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite,
hay un hombre obligado a competir para que no se dude de su
masculinidad.


Por cada mujer cansada de ser objeto sexual, hay un hombre
preocupado por su potencia sexual.


Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo o a un
salario satisfactorio, hay un hombre que debe asumir la
responsabilidad económica de otro ser humano.


Por cada mujer que desconoce los mecanismos de un automóvil,
hay un hombre que no ha aprendido los secretos del arte de
cocinar.


Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación,
hay un hombre que redescubre el camino hacia la libertad.


La humanidad posee dos alas, una es la mujer, la otra el hombre.
Hasta que las dos alas no estén igualmente desarrolladas, la
humanidad no podrá volar.


Necesitamos una nueva humanidad.
Necesitamos aprender a volar.


Desconozco el autor


domingo, 20 de enero de 2008

EL AMOR Y LA PASION


Había una princesa que estaba locamente enamorada de un capitán de su guardia y, aunque sólo tenía 17 años, no tenía ningún otro deseo que casarse con él, aún a costa de lo que pudiera perder. Su padre que tenía fama de sabio no cesaba de decirle:

-No estás preparada para recorrer el camino del amor. El amor es renuncia y así como regala, crucifica. Todavía eres muy joven y a veces caprichosa, si buscas en el amor sólo la paz y el placer, no es este el momento de casarte.

-Pero, padre, ¡sería tan feliz junto a él!, que no me separaría ni un solo instante de su lado. Compartiríamos hasta el más profundo de nuestros sueños.

Entonces el rey reflexionó y se dijo:

-Las prohibiciones hacen crecer el deseo y si le prohíbo que se encuentre con su amado, su deseo por él crecerá desesperado. Además los sabios dicen: “Cuando el amor os llegue, seguidlo, aunque sus senderos son arduos y penosos”.

De modo que al fin le dijo a su hija:

-Hija mía, voy a someter a prueba tu amor por ese joven. Vas a ser encerrada con él cuarenta días y cuarenta noches. Si al final siguen queriéndose casar es que estás preparada y entonces tendrás mi consentimiento.

La princesa, loca de alegría, aceptó la prueba y abrazó a su padre. Todo marchó perfectamente los primeros días, pero tras la excitación y la euforia no tardó en presentarse la rutina y el aburrimiento. Lo que al principio era música celestial para la princesa se fue tornando ruido y así comenzó a vivir un extraño vaivén entre el dolor y el placer, la alegría y la tristeza. Así, antes de que pasaran dos semanas ya estaba suspirando por otro tipo de compañía, llegando a repudiar todo lo dijera o hiciese su amante. A las tres semanas estaba tan harta de aquel hombre que chillaba y aporreaba la puerta de su recinto. Cuando al fin pudo salir de allí, se echó en brazos de su padre agradecida de haberle librado de aquel a quién había llegado a aborrecer.

Al tiempo, cuando la princesa recobró la serenidad perdida, le dijo a su padre:

-Padre, háblame del matrimonio.

Y su padre, el rey, le dijo:

-Escucha lo que dicen los poetas de nuestro reino:

“Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.

Amaos el uno al otro, más no hagáis del amor una prisión.

Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma.

Compartid vuestro pan, más no comáis del mismo trozo.

Y permaneced juntos, más no demasiados juntos,

pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro”.